jueves, febrero 16, 2006

PASIÓN 'FUGIT'


“Podrá nublarse el sol eternamente; / podrá secarse en un instante el mar: / podrá romperse el eje de la tierra / como un débil cristal. / ¡Todo sucederá! Podrá la muerte / cubrirme con su fúnebre crespón, / pero jamás en mí podrá apagarse / la llama de tu amor.”. Disculpen que comience con esta hiperbólica entradilla, pero de lo que se trata es de emboscarles con el recuerdo, incipiente o lejano, de aquella pasión con la que el amor uniformó nuestros primeros estadios de enamorados. Por supuesto, que mejor que estos versos de Bécquer para evocar aquellas etapas de místico obcecamiento en las que como en la parábola del Reino de los Cielos, vendimos todo lo que teníamos para comprar el campo donde se revelaba el tesoro de nuestro amor. Para los que la hemos experimentado, esta irrevocable pulsión no consiste en un sentimiento de ilusión, inclusive, ardiente o acaramelado, sino más bien en un desesperado alegato de la inmortalidad del alma, donde ésta, en un alarde de supervivencia, es capaz de liberarse de todo lo material en cada beso y en cada lágrima, transmutando, llegado el caso, la soberbia de la muerte en una devota espera. Pues bien, esta prueba cotidiana en la que todos hemos ejercido de catecúmenos y en la que también se constata que el primer movimiento del mundo es impelido por la pasión del amor, no sólo se debe a la acción simple y minimalista de una hormona, sino que además tiene los días contados.
Y es que según un reciente estudio realizado por un grupo de científicos de la universidad de Pisa (Italia), el apasionamiento amoroso -génesis de cualquier amor que se precie- es causado por la neurotrofina, la cual, para más inri sólo permanece en este lance hormonal dos años. O sea, que más de uno, o somos la excepción que confirma la regla, o nos hemos cargado el experimento. Menos mal que san Valentín, como el poeta, no creé en sustancias químicas.

Diario CÓRDOBA (8-II-2006)