miércoles, julio 26, 2006

COMUNIONES SOLIDARIAS

Recientemente, en Diario CÓRDOBA, en esa sección de verano, Postales de Córdoba, tan fresquita y vital como un solo con hielo a la sombra de esta tórrida canícula, aparecían tres niñas de primera comunión con la alegría de ese sacro día pintiparada en sus rostros. Tras de ellas, y abarcándolas hasta el milímetro, el padre Michel, un camerunés enrolado en eso de seguir al Maestro, que con su recia corpulencia, sus robustos brazos abiertos sobre las pequeñas, y su sincera sonrisa africana parecía un mapa de carne y hueso de África en la fábula de la fraternidad. El evento, la foto y la edición en CÓRDOBA, estaban más que justificadas: las damiselas, en un gesto más propio del pasaje de El Óbolo de la Viuda que del legítimo egoísmo de la infancia, cambiaban sus regalos de comunión por donativos para las insondables necesidades de Camerún. El fiduciario de esta buena acción, el padre Michel, que como un prestidigitador de ladrillos va construyendo casi de la nada un hogar escuela que mitigué el bocado rabioso con que la insolidaridad desgarra las carnes infantes de su país. Recuerdo aquel reloj que en mi primera comunión me regalo mi abuela y por el cual yo bebía los vientos; supongo, que en aquel momento no lo hubiera cambiado por nada del mundo; aunque… quién sabe, tal vez si hubiera aparecido un padre Michel en mi vida el tiempo dulce que aquel reloj marcó en mi infancia, hubiera transcurrido a favor de alguien más necesitado, como en el caso de estas tres princesitas de la inocencia. Si bien en mi caso el reloj un día eternamente se paró, para ellas sus regalos seguirán marcando la horas de una realidad que se hará presente cada vez que en sus corazones, escondido tras el padre Michel y sus niños, asome el que devuelve el ciento por uno. ¿Se puede recibir, acaso, un regalo de primera comunión más duradero que este?
Publicado en Diario CÓRDOBA el 26 de julio de 2006