UNA DE ESPÍAS
En el mundo de los espías cabe todo. Esto es, que si de lo que realmente se trata es de conseguir información secreta que, verbigracia, compromete la estabilidad, la seguridad o la integridad de una potencia, no se escatimarán medios ni técnicos ni humanos para adelantarse y defenestrar los propósitos enemigos. Una buena muestra del elenco de procedimientos, artilugios y protagonistas espías se coligaba en el 2002, con cierto nimbo romántico mezclado de cientifísmo fetichista, con el estreno del Museo Internacional del Espionaje, en Washington. Allí están desde la famosa máquina decodificadora alemana de la Segunda Guerra Mundial, Enigma, llevada al celuloide por el director de Gorilas en la Niebla, Michael Apted, hasta un zapato de los años 60 al que los sabuesos de la KGB soviética habían incrustado un mecanismo de escucha en el talón al mejor estilo del zapatón que usaba el Super Agente 86, Maxwell Smart, pasando por una pistola-lápiz producida en 1960 por la KGB con todo el glamour de una chica Bond. No obstante, hay algo que aún no está, pero que promete estarlo con todas las ínfulas del espionaje, y que se ofrece en bandeja de entrada de la mano de las Nuevas Tecnologías (NT) y con copyright británico; se trata de un servicio de imeil oficial al que los ciudadanos del Reino Unido pueden acceder para colaborar en acciones de espionaje contra el islamismo beligerante. Les aseguro que si esta noticia no tuviera dos de los ingredientes fundamentales para la lucha contra el crimen organizado, como son la colaboración ciudadana y la eficacia comunicacional de las NT, no la habría traído a esta columna, sobre todo teniendo en cuenta que el terrorismo también se cierne sobre los españoles. Y es que más vale ver la historia de una nación en un museo del espionaje, que no en uno de los horrores. Habrá que tomar nota.
Publicado en Diario CÓRDOBA el 17 de enero de 2007
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