sábado, septiembre 17, 2005

El arte de escuchar y ser escuchado


Supongo que eso de encontrar a alguien que nos escuche es una de las tareas más arduas y perentorias que tenemos las personas de este siglo. La razón de buscar una parcela para nuestro ego en el mundo de la comunicación es bien sencilla: todos necesitamos inalienablemente que un semejante nos abra sin reservas su capacidad de querer, entender y sentir, para de esta forma diluir a golpe de palabras todas las viscosidades que suelen abrumar a nuestras almas. También, este proceso de liberación anímica se puede realizar a la inversa, es decir, escuchando, ya que como se colige del libro El arte perdido de escuchar de Michael P. Nichols, cuando alguien está comprometido moralmente con el proceso comunicativo no sólo necesita y está dispuesto a ser escuchado, sino además a escuchar para de esta manera nutrirse de esa parte de verdad con que se redime el interlocutor que habla. No obstante, y como solemos comprobar en nuestra vida cotidiana lo normal es encontrarse, o con aquellos que aprovechan la más mínima voluntad de dar oídos al prójimo para alimentar obscenamente su egocentrismo; o con los que fingen que escuchan o bien por tosca cortesía, o por ser inconfesables seductores de egos.

Enseñar en estas vacaciones a niños y niñas a desarrollar, de una forma divertida, habilidades sociales como escuchar y ser escuchado -entre otras-; o sea, instruir a los pequeños a no pervertir el arte de la comunicación es lo que pretende el Ayuntamiento de Cangas de Narcea mediante este acertado programa educativo válido para ser importado a todas las aulas infantiles del estado español. Y para que los mayores durante todo el año seamos ejemplo, aquí va este epigrama de Mario Benedetti: “Mi táctica es mirarte, aprender cómo eres, quererte como eres. Mi táctica es hablarte y escucharte, construir con palabras un puente indestructible”.
Diario CÓRDOBA (03-08-2005)