lunes, mayo 22, 2006

TURISMO SOLIDARIOS


Siempre que se acerca el verano y comienzo a manosear aquellos catálogos de viajes donde se prometen aventuras exóticas, me sucede lo mismo: me acuerdo de Hawai. Tal vez los mismos paisajes de postal embalsamados en papel cuché y las estrellas del hotel como únicos argumentos para endilgarle una aventura de bolsa de viaje y pulserita de colores al cliente comodón, hacen que recuerde a esta idílica isla del Pacifico. El caso es que Hawai en la década de los 60, cuando el flower power pintaba arcadias de LSD, se puso de moda. Tal fue la atracción turística y la especulación urbanística que produjo que no sólo su cultura agrícola quedó prácticamente finiquitada, sino que además atrajo a una voraz demanda privada que acabó por adquirir una parte considerable de la isla. El impacto económico, sociocultural y medioambiental en la población local fue terrible, ya que la revalorización de los recursos autóctonos, de la mano de desmanes ecológicos, impusieron fuertes procesos inflacionistas que abrieron la puerta a los estragos de la pobreza y las diferencias sociales. Esta circunstancia, de modo parecido, también se da actualmente en otros destinos de moda como, verbigracia, Republica Dominica, Cuba o Méjico. Por eso no es de extrañar que en el II Foro Internacional de Turismo Solidario y Comercio Justo, celebrado recientemente en Méjico, se reivindique una práctica turística que invierta directamente en la economía, la cultural y el medioambiente de las comunidades autóctonas. Por ejemplo, en el poblado de Cuipari, en la mágica selva peruana, una familia, por alquilar habitaciones acondicionadas a los turistas por 10 dólares diarios –comidas incluidas-, genera unos ingresos superiores a una semana de trabajo, sin contar con el fruto de la venta directa de su artesanía. Todo un reto para quienes quieran cambiar aventura por dignidad.
Diario CÓRDOBA (17-V-2006)