BOTELLÓDROMOS
No sé si a usted le pasará lo mismo, pero cada vez que se nos restriega el asunto de los botellódromos, ya sea en forma de ley, de comentario o de noticia, se me viene al imaginario aquellos lazaretos creados por los cruzados y que describe la Historia, donde bajo la advocación de San Lorenzo se recluía a los leprosos dejándolos prácticamente a su suerte –la física, pues de su integridad espiritual al menos se encargaba la misericordia cristiana-. Era una época en la que la lepra no tenía solución, y ya se sabe… cuando en la sociedad algo no tiene componenda se le aparta, se le excluye y se le da patente de corso para que se pudra, eso sí, sin molestar a nadie. Pues bien, aunque a alguien le pueda parecer esta comparación una hipérbole excesiva esa es la sensación que uno tiene cada vez que ve alguno de estos corrales, llenos de personas en la flor de su vida trincando bastantes a tal velocidad que el alcohol deja de exornar nuestra cultura para pasar a destruirla. Y es que por más vueltas que le demos y por más guirnaldas que le colguemos el cóctel jóvenes y alcohol – y no lo digo yo-, lo dicen las estadísticas, termina en demasiadas ocasiones en una mezcla explosiva: muerte y discapacidad por accidentes de tráfico; homicidios y suicidios; desvirtuación de las relaciones sexuales; delitos violentos: violaciones, agresiones y robos; fracaso escolar; drogadicción; ¿sigo? Está claro que son demasiados problemas para tan pocas y tristes –como en el caso de los botellódromos- soluciones. Esperemos que el proyecto que el Ministerio de Sanidad y la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE) van a poner en marcha en breve para a través de la prensa alertar y prevenir contra los riesgos del consumo de alcohol entre jóvenes y niños, contribuya a situar la única pica en Flandes posible contra esta lacra -institucionalizada en lazaretos- : la educación de todos… jóvenes y adultos.Publicado en Diario CÓRDOBA el 21 de febrero de 2007