martes, agosto 08, 2006

CONCIENCIA MEDIOAMBIENTAL


Muchos aprovechamos las vacaciones para volver a la naturaleza. Algunos, por ejemplo, se reencuentran con ella a pie de playa, otros en mitad del monte y varios la disfrutamos en esa perpetua romería en la que como señora indiscutible de la civilización se sigue manteniendo en ciertos pueblos de España. En Cerro Muriano, donde yo suelo admirarla, continúa paseando como siempre en canícula: ora vestida de sol y encajes de oro; ora desnuda, latiendo su sensualidad de luna en el suspiro de jaras y dompedros; siempre lozana y altiva; aunque últimamente le están saliendo algunas patas de gallo y canas. Es obvio que los desmanes medioambientales que le inflingimos sin descanso le están ajando la frescura y en vez de ser la eterna y libérrima joven que ha sido siempre, más parece una de las hijas de la Bernarda Alba de Lorca, subyugada por la hipocresía antinatura y suicida de este siglo. Y para colmo, somos mayoritariamente concientes de este desatino ecológico y no cambiamos nuestros hábitos. Esto es al menos lo que se rezuma de un reciente estudio de la Fundación BBVA sobre conciencia y conducta medioambiental, en el que, además, se reconoce que uno de cada dos españoles no tiene ni pajolera idea de qué es eso del Protocolo de Kioto. Con la de veces que buscamos en el Google… Se ve que aunque en dicha encuesta nos preocupa la contaminación de los ríos y costas, los incendios forestales, la escasez de agua y el cambio climático, no sólo no estamos dispuestos a educarnos en ecologismo sino que ni nos planteamos dejar ni un segundo el placer hedonista que nos produce consumir ávidamente al planeta. Tal vez, el primer atentado ecológico que estamos cometiendo sea contra nuestra conciencia, que envejece prematuramente con la Naturaleza ante el guilty pleasure o placer culpable de esta generación.
Publicado en Diario CÓRDOBA el 3 de agosto de 2006