lunes, junio 05, 2006

MI PERRO Y MADONNA


Mi perro se llama Dandy, es un westy blanco como la virginidad y más elegante que un as de picas, en cuya infinita mirada se desagua pura la bondad del universo. A veces, amplio de confianza se presenta en mi despacho y con sinceridad samaritana me observa, esperando, al menor signo de auxilio, poder lamer la heridas que mi condición humana ajirona en mi alma. Siempre suelo dispensarle con una mirada de naufrago que él acoge como una provocación amorosa que materializa instantáneamente con un mimoso ladrido que no cesa hasta que mis manos no bendicen de cariño su testuz . No obstante, el otro día cuando vino a presentarme la eterna buena nueva de nuestra amistad, mi mirada no se cruzo con la suya. Andaba mi espíritu inmerso en los rigores existenciales de un poemario de Antonio Machado. Asaeteado de versos, fui sonámbulo a buscar ese café que nos edulcora el ánimo. Cuando estaba a punto de darle el primer sorbo, un extraño sonido llegó desde mi escritorio: unas hojas de papel se rasgaban. Si no llega a ser porque la única presencia humana en mi oficina era la mía no me hubiera asustado tanto. Nunca pensé que el rasgado del papel sonara a inteligencia humanoide. Cuando entré en mi despacho para desentrañar el enigma mi sorpresa fue mayúscula: Dandy, entre lamidas y mordiscos afectuosos había destrozado el ejemplar de Poesías Completas de Machado. Aún intentando amar lo mismo que su dueño, él nunca sabrá lo qué es la poesía ni que no depende del papel porque es eterna como el espíritu que le da vida. La cantante Madonna, recientemente en un concierto utilizaba el símbolo cristiano de la cruz para simular su propia crucifixión. Aunque perverso, pudiera parecer inteligente. Sin embargo sólo es una animalada más de las de este siglo; eso sí, sin el amor que en ellas pone mi perrito.

Diario CÓRDOBA (31-V-06)

EL CÓDIGO DA VINCI


Cuando a Jesús, un grupo de escribas y fariseos, le presentaron a la mujer adúltera con ánimo de probarlo y de paso lapidar a ésta, él, en aparente indiferencia “escribía con el dedo en la tierra”. Más como ellos seguían insistiendo, el Maestro les instó a que el que estuviera libre de pecado tirara la primera piedra. Uno a uno, se fueron marchando hasta quedar sólo el Rabbí y María Magdalena. Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¿nadie te ha condenado?”. Contestando ella: “Nadie, Señor”. Respondiéndole Jesucristo: “Yo tampoco te condeno. Vete en paz y no peques más”. Supongo que algunos de los que se marcharon tragando bilis sin entender la lección moral del hecho, ni la misericordia divina para con la mujer adúltera, elucubrarían en su aviesas mentes cierta relación rijosa o mundana entre la pecadora y su salvador, para así justificar el tufo de su inmoralidad y de paso intentar mancillar la fama del Maestro; aunque, para los que nos solemos congregar alrededor de este fragmento del evangelio de san Juan con la piedra de la hipocresía en la mano esperando ser indultados de su peso, la interpretación de esta historia es otra muy distinta. No obstante, y aunque parezca más fruto de un thriller que de la propia realidad, un libro, El código Da Vinci, ha venido a dar visos de veracidad a la hipótesis de que uno de los discípulos de aquellos escribas y fariseos que tragaban bilis con las obras del Nazareno, vive en USA y se llama Dan Brown; aunque esto no es todo: ahora, y en vista de la pasta que ha dejado el tocho, viene el director de Una mente maravillosa, Ron Howard, y hace del bets-seller una película, y de su prestigio taquilla. Que pena que a estos escribas y fariseos nunca les de por pensar que pudo escribir Jesús aquel día en la tierra. Quizá tengan miedo a descubrir su epitafio: “…perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Diario CÓRDOBA (24-V-06)