HISTORIA DE UN LÁPIZ
Supongo, que ni ustedes ni yo podremos olvidarnos jamás de la esencia con olor a barniz y a madera de cedro de aquel primer lápiz que enrolado en nuestros dedos, aún engarabitados de niñez, aliviaba la tempestad de nuestra imaginación en arrogantes y libertarios caminos de grafito. Éste, también es el mismo lápiz que muchos estudiantes acaban de empezar a blandir con el inicio del nuevo curso escolar como la liturgia de la sólida promesa de sus futuros, pues es precisamente con la metafísica de este humilde instrumento de escritura con el que el hombre construye su inmortalidad en este mundo. Aunque lo que muchos escolares no sabrán, y como explica en su locución multimedia, Historia de un lápiz, el profesor de economía aplicada de la Universidad de Málaga, Martínez Coll -para poner en evidencia las ventajas y los inconvenientes de la economía de mercados-, es que un vulgar lapicero, aún siendo un artículo de bajo coste, es el resultado de las sinergias de proveedores y fabricantes de medio mundo. No obstante, este gran milagro económico de poder ofertar al consumidor final a pequeño costo un producto producido con materiales procedentes de los cuatro puntos cardinales tiene su talón de Aquiles, ya que el beneficio que se obtiene por su venta no se distribuye entre los elementos que conforman la cadena de producción de una manera ni justa ni equitativa. Quizá para paliar desde la base estos estados de injusticia es para lo que UNICEF y Correos están recogiendo desde septiembre y hasta finales de noviembre, en todas las oficinas de España de este servicio postal y público, aquel material de escritura que cada uno de nosotros queramos aportar generosamente para que muchos niños y niñas de países en vías de desarrollo puedan sacarle punta a su futuro. Démosle, pues, un final de esperanza a la inmoral historia de nuestros lápices.
Diario CÓRDOBA (28-IX-2005)