ACOSO ESCOLAR
Todos sabemos que los niños no suelen revelar a los mayores algunas experiencias negativas por temor a ser culpabilizados o censurados. Tal vez a ellos, que perciben el mundo como Adán en los primeros días de la Creación, les intimide ver cómo los mayores embaulamos las manzanas del árbol de la serpiente, mientras a ellos, prohibiéndoselas, les vendemos los demás frutos del jardín, los cuales nosotros ni probamos. Pues bien, el otro día, alejado del árbol de la ciencia del bien y del mal y paseando en solitario por el paraíso donde mi hija y sus amigos hacen de la risa liturgia, me asaltó mi amigo Manolo. Éste, como por obra y gracia de sus 10 años nunca anda con circunloquios, me espetó lo siguiente: “¿Sabes?… En mi cole hay unos niños que se esconden en el baño y les meten la cabeza en el váter a los demás niños que entran”. Mi primera reacción no fue otra que la de interrogarlo acerca de si él era una de las victimas. Al contestarme que no, mi corazón volvió a los quehaceres de nuestra amistad, pero desde entonces no dejo de pensar en cuántos de los niños y jóvenes que nos rodean esconden, ante nuestra casi siempre embotada perspicacia, su condición de acosados y acosadores. Según el reciente libro Stop Bullying de la pedagoga Nora Rodríguez –la cual ya se había ganado nuestro respeto por ser la creadora del Proyecto Atenea, primer plan global de trabajo en red para frenar el bullying o acoso escolar-, la agresiones en las aulas son peligrosamente más frecuentes de lo que nos imaginamos, incidiendo no solamente en los adolescentes sino también en los críos. Si a esto le unimos el último estudio del Defensor del Pueblo que dice que en España el 48% de los escolares de entre 4 y 16 años sufre bullying, sólo nos queda preguntarnos qué se esconce tras el silencio de jóvenes y pequeños. Es obvio que nuestro fracaso y su sufrimiento.
Diario CÓRDOBA (10-V-2006)