SIEMPRE ÁFRICA
Hace poco me llegaba uno de esos emails que suelen mandarse con el marchamo de la amistad. Se trataba de un archivo, formato presentación, en el que una vez que se ejecutaba, iban apareciendo una serie de imágenes en las que, mediante preguntas sarcásticamente pedagógicas, se comparaban los melindres del mundo occidental con las necesidades más perentorias de los hermanos de África. Por poner un ejemplo ilustrativo: en una de las presentaciones aparecían dos fotografías con pie de foto; en una, una rubicunda y rechoncha niña occidental con la frase “¿Vives a dieta…?”, y en la otra, una esquelética pequeña de raza negra cuya mirada espetaba desesperadamente una respuesta a la injusticia que la torturaba; esta imagen también tenía texto: “Ellos mueren a dieta.”. Desde el primer momento, y junto al despliegue visual, el episodio de la Lacrimosa del Réquiem de Mozart que acompañaba como una grey de plañideras a aquella infografía, convertía las fotos y las frases en la profanación del cementerio donde se pudre la moralidad del mundo. Por supuesto, de aquellas desencajadas lápidas de la indiferencia surgía el insufrible olor de la injusticia. Aguanté abochornado hasta el final de las secuencias gráficas y como pesaban demasiado, reenvié a mi lista de correo aquella verdad desnuda y proverbial.
Posteriormente, me hice con el informe de 2005 que la ONU ha realizado, recientemente, sobre la vida de los pobres en África. La conclusión no podía ser más demoledora: ni la cancelación de la deuda externa de varios países africanos, ni la decisión de la Unión Europea de dedicar el 0,70 por ciento de su PIB, han conseguido, ni siquiera hacer cosquillas al hambre crónico que padece este continente. Es obvio, que a estas alturas o pasamos nuestra caridad por el Cielo, con mejores planes económicos incluidos, o sólo podremos seguir enviando emails donde siempre África muere... por nosotros.
Posteriormente, me hice con el informe de 2005 que la ONU ha realizado, recientemente, sobre la vida de los pobres en África. La conclusión no podía ser más demoledora: ni la cancelación de la deuda externa de varios países africanos, ni la decisión de la Unión Europea de dedicar el 0,70 por ciento de su PIB, han conseguido, ni siquiera hacer cosquillas al hambre crónico que padece este continente. Es obvio, que a estas alturas o pasamos nuestra caridad por el Cielo, con mejores planes económicos incluidos, o sólo podremos seguir enviando emails donde siempre África muere... por nosotros.
Diario CÓRDOBA (1-I-2006)