domingo, septiembre 18, 2005

AIRES DE LUZ

Campos leonados,
de viento sangrando,
voces de cielo
que a mi alma suspiran.
Sol derramado en mis pupilas.
Angustias deshojadas,
en vendaval conjuradas,
se hincan vehementes
en las paredes de mi alma.
Cascadas de sacrificios
De mi alma botan
a un mar esmeralda
que anega mi angustia
hasta la muerte.

SOLEDADES

Mirar y no ver,
soledad...
Infinito vacío,
hastío rojo y denso
que inflama mi alma.
Volar no puedo,
con alas de plata,
bruñidas de esperanzas vanas,
cinceladas de incertidumbres.
Palabras fatigadas,
que suben de mi garganta al silencio,
muertas y rotas en mi angustia;
disipadas, de amores imposibles.
Soledad...
Compañera...
Preñada de horas bastardas;
rosa de acero afilado,
teñida de sangre prestada.
Lienzo de dolor,
de palmas atravesadas,
niñas e inocentes,
desterradas de naranja,
desde siempre.
Oscuro amanecer,
de infancias perdidas,
en sueños inalcanzables,
azules y agudos.
Aprender la nada,
para volver a ella.
Tristes saetas de vida,
perdidas para siempre.
Muerte y soledad...
palabras fiadas,
a una misma cosa;
único cielo,
sobre nuestra llama.

NIÑEZ CAUTIVA

Tejados y tapias
cargados de nubes
soportan mi pequeñez
y mi niñez…
a los aleros se sube.

Viento llévame
en procesiones de nimbos
confúndeme con el sol
que viste de cielo a estos lirios.

Recuerdos apagados llevaré,
enciéndelos destino.

A UN LIMONERO

Verde trémulo
de mi amor sereno,
espigado de deseos,
en cucharas de cielo.
Escribe en el viento mis miradas,
que a subir graciosas las espero,
recógelas en rocío en tu palmas,
que en lágrimas de alegría
en mi ingenuo vidrio las veo.
Sangre a tus venas me destino,
de mi cuerpo savia,
de mi alma flor;
tierra en mis mejillas,
vientos de silencio,
honda morada fértil,
en brisas de susurro eterno.
Azahares caídos
de perfumes enamorados,
limones como el recuerdo...
Ácidos y líquidos,
de amarillo pálido.
A tus atardeceres...
Siempre he de volver.

A MI HIJA

Retablo vivo,
de mi cielo.
Altar de mi devoción,
profundo e inalcanzable.
Ave altanera,
de eternidad prendida,
insondable y peregrina,
¿volarás a mi jardín?
Incertidumbre...
asida a mi sangre.
amor infinito,
sin promesa de volver.
Alas blancas
de mi esqueleto;
cumbre de mi ocaso;
eterno barro de mi polvo.
Búcaro florido en mi entierro;
Cielo fértil,
de estrellas acariciadas.
Miel de las acequias de mis pensamientos.

ESPERANZA

Lienzo negro,
de cielo abatido
sobre mi alma.
De angustia,
mis ojos agostados,
mi garganta yerma.
En naturaleza frágil
tensada sin piedad
honda melancolía.
Vientos sin nombre
a mi rostro embalsaman
de sucio terciopelo.
Sólo tu tacto
en la noche de mi frente
refrescas de amor
mis sueños ulcerados.
Vuelve a mí
púrpura de mis días,
que de la nada agonizo.

LUZ

Golpe de caricia pura,
desnuda mi alma del barro seco,
que a mis heridas guardaba del amor.

Destello diáfano y áureo,
que mi mente atraviesa,
sin tocar mi libertad,
cuando me creo perdido.

Compañera inadvertida por mi conciencia,
que juega al sol con mi instinto,
en la hierba fresca de mi inocencia,
en cuanto amor de tus manos,
sin saberlo, he dormido.